sábado, 16 de julio de 2011

Eurotrip 2012: en caso de perder un avión (parte 2)

Turistas. La ciudad hervía en ellos. El gringo es absoluta y definitivamente el turista por naturaleza. Sí, Salvador, ¿y tú qué eras, todo un newyorkino? Mi problema no es con los turistas, es con los turistas americanos; lo evidentemente touristas que son. Touristas, proveniente de la palabra tour. Vayan por todo el mundo en un tour permanente. Una probadita aquí, una probadita acá. Miren niños, qué lindo todo, miren sin tocar. Porque, en realidad, no tocan nada, ni siquiera el piso; mucho menos a la gente. Son siempre y completamente externos, como quien va a un zoológico, aislados por una permanente jaula a su alrededor.

Así pensaba hasta esa mañana, caminando por 5th avenue. Ahora, empiezo a preguntarme si me equivocaba, o si yo era también uno de esos falsos viajeros. ¿Qué me hizo cambiar de parecer? Durante mi caminata hacia el sur, vi pasar a varios grupos de estos touristas americanos con coronas de la Estatua de Libertad; esto me disgustó, pues se presentaba ante mí como una evidente prueba de la condición de visitantes del zoológico de estos individuos. ¡Cuál fue mi sorpresa al toparme con la vendedora de Build a Bear ofreciéndome una de estas coronas, y al ver que de yo verdad quería una! 

No tienes una idea de lo feliz que me hizo mi corona. Alegría infantil, quizá por eso mucho más pura. Retomé mi caminata por esa ciudad maravillosa —sí, es una ciudad verdaderamente hermosa: gente elegante ocupada apresurándose a tomar el metro, amplias avenidas en una casi melódica ordenación de semáforos, ambulantes de todo tipo, viajeros, extranjeros, superautos, mendigos y taxis amarillos; la cumbre del lujo en diseño, moda y estilo de vida; espectaculares más grandes que casas; Times Square, donde nunca anochece. No alcanza la mirada para todo lo que reclama su atendió con cada nueva cuadra—. Caminaba yo por la cumbre del mundo con una corona de cartón sobre mi cabeza. Extrañamente, la gente, en vez de correr de mí, me sonreía. ¡Imagínate! Un wey con morral, barbas y una corona de cartón en la cabeza, tarareando a Frank Sinatra, y la gente le sonríe. ¡Unos nipones incluso me pidieron mi corona! (Al menos, creo que eso hicieron; difícil saber lo que te dicen, cuando te están hablando en nipón.)

Nota: el soundtrack de Nueva York, definitivamente lo canta Frank Sinatra.

Fue al son de Dancing in the Dark que vi una de las cosas más inusuales en mi vida. Un señor, alto, flaco y fuerte, pero de al menos sesenta años, con sólo pelusa cana y una banda de Nike en su cabeza, pasó a un lado de mí a lo que me parecieron 360 km por hora (ahora, viéndolo con perspectiva, sé que no pudo haber ido a más de 200) deslizándose sobre algo parecido a un patín —que debió haber tenido propulsores invisibles— llevando entre sus manos un largo palo que apoyaba en el suelo para impulsarse (piensa en una góndola sobre tierra, un esquiador de nieve y un avestruz a toda velocidad, y tendrás una muy clara imagen de lo que vi).

Sí, eso es Nueva York.

viernes, 8 de julio de 2011

Eurotrip 2011: en caso de perder un avión...

de julio 
21:15 hrs (horario de Nueva York)

Me pregunto qué haré respecto a mi equipaje perdido cuando llegue. Pienso: ¿por qué no dormí más esta mañana, así no tenía que lidiar con este insomnio de vuelo? Entonces, me acuerdo; el plan inicial era dormir, y bastante, sólo que se me vino abajo cuando me desperté para ir al baño y empecé a pensar en mi completa soledad y mi precaria situación: en un país extranjero con la ropa que traía puesta, cuatro libros, un cuaderno, una pluma y mi morral como único equipaje. Me pongo a pensar en eso y otra vez no puedo dormir. Quisiera poder volver ahora mismo con Mariana, abrazarla y saber que todo va a estar bien; porque en estos momentos veo a mi alrededor y sólo encuentro rostros que no había visto hasta esta tarde, de cuyos nombres no sé ninguno. 

Creo que te estoy confundiendo. Déjame empezar desde el principio; finalmente, vale la pena contarlo todo.

Salí de la ciudad de México rumbo a Nueva York hace dos días, vía Delta Airlines. El plan era pasar la noche en Nueva York para tomar la conexión a Madrid al día siguiente. De mi primer noche, vale la pena mencionar la cerveza Guiness con la que acompañé mi cena: bien fría, bien espesa y me mandó a dormir como angelito. 

Mañana siguiente: me levanto temprano, mis jeans y morral con colores al puro estilo reggae contrastan con las ajustadas y deportivas ropas del ejército de ciclistas y corredores que, por lo visto, pretenden aplastarme. Desayuno en la cafetería Viand y cuál es mi sorpresa al averiguar que la señora cuyas evidentes quirúrgicas manitas de gato el mesero y yo criticábamos en español se acercó al mostrador a ordenar su comida nada más y nada menos que en el idioma de Cervantes. Apuré los pancakes con beacon y salí de ahí.

Dediqué el resto de la mañana a caminar —como diría Mariana— como si no hubiera mañana —o, más precisamente, como si me fuera a subir a un avión por la tarde en vez de tener que correr de terminal en terminal y encontrar mi camino de regreso a Manhattan con 10 kilogramos en libros como mis fieles acompañantes. Pero eso fue más tarde; volvamos a 5th avenue el 4 de julio por la mañana.

Continuará

sábado, 2 de julio de 2011

Se acerca Europa

Por el siguiente mes, este blog experimentará una transformación: seis amigos y yo nos vamos a Europa. Así que por este medio compartiré mis experiencias como viajero (nótese la palabra: viajero; nada de turista) en tierras desconocidas.

domingo, 26 de junio de 2011

Profundidad

A Work of Fiction

Los grandes científicos de la humanidad han descubierto que el espacio –y, por lo tanto, los entes que habitan en él– está constituido en tres dimensiones: altura, anchura y profundidad.
Eso lo sabe usted, eso lo sé yo y eso lo sabe todo el mundo con al menos un asomo de educación primaria. ¿Por qué, entonces, desgasto mis dedos, mi vista y mi tiempo en decírselo?
El conocimiento es un continuo, comunicándose al igual que la red neuronal que nos permite poseer este conocimiento. Hasta la más pequeña de estas células está conectada con el todo. Parte primordial de ese todo es nuestra noción de espacio; nuestra noción de altura, anchura y profundidad. Nos referimos a ella en la arquitectura, la escultura, la pintura, el cine, en el auto. Pero debo recordar a usted esta noción de espacio, este ancestral e importantísimo descubrimiento porque representa para usted el mundo material, más no el ámbito personal. Así es; usted piensa en sí como un ser de dos dimensiones: los hombres, 1.80 m de estatura, 45 cm de hombros, etcétera; las mujeres, 1.70 m de estatura y las medidas perfectas: 90-60-90. Alto y Ancho. Alto y Ancho. ¿Soy chaparro? ¿Estoy gordo? Dicho de otra forma, ¿cuál es mi altura? ¿Mi anchura es adecuada? Nunca se habla de profundidad.
Sin embargo, la profundidad es lo más importante; es la profundidad lo que nos mueve, lo que nos da rumbo, porque la profundidad permite que exista un camino.
Por lo tanto, en conjunto con científicos de alto renombre –nombres como Niehls Bohr, Michael Farraday y Nikola Tesla– Industrias Guadalmedina se complace en presentarle Imus, la nueva técnica de medición antropomórfica.
Imus, a través de un sencillo procedimiento prácticamente libre de dolor, permite conocer la profundidad de las personas. Sólo hace falta introducir en una bebida de, al menos, 1L, el contenido de uno de los sobres que le serán proporcionados en el paquete de iniciación. Esta sustancia, una vez agitada 15 segundos dentro de la bebida, se tornará incolora, inodora e insípida. Al dar el primer trago, usted sentirá un ligero pinchazo en la superficie del paladar: es la señal de que el procedimiento Imus está iniciando. Usted podrá disfrutar de su bebida con toda tranquilidad, pues el procedimiento no le causará molestias adicionales[1] y, después de beber solamente 999 mL, los resultados del procedimiento le serán enviados al teléfono celular[2] que usted nos haya proporcionado al ordenar el producto. En estos resultados, se le mostrarán los valores de profundidad cervical, profundidad torácico-lumbar y profundidad pélvica, expresados en Coulombs, junto con una detallada explicación de lo que estos significan.
Conocer su profundidad le brindará primordial información sobre su carácter, la estructuración de su pensamiento, su forma de relacionarse con su entorno, enfermedades mentales a las que usted es más susceptible, su esperanza de vida e incluso su potencia sexual.
¡Imagine ahora poseer esta información sobre otras personas!
Así es. El contenido de los sobres de la innovadora técnica antropométrica Imus puede ser discretamente introducida a una bebida ajena. La mezcla, al ser consumida, nos mostrará los valores de profundidad propios de esa persona, ¡sin que ella lo sospeche si quiera![3]
¿Para qué desperdiciar días, semanas e incluso años intentando conocer a alguien, cuando a fin de cuentas obtendremos detalles de altura y anchura con apenas un atisbo de profundidad? Porque eso es todo en lo que reparamos: qué tan alto es su Coeficiente Intelectual, qué tan amplio es su conocimiento, qué tan estrecha es su visión, qué tan baja es su sociabilidad.
Y las palabras, ¡las palabras! Nos apabullan palabras altas, desconocidas, que parecen caer sobre nosotros con el peso de un relámpago enviado desde el Monte Olimpo –palabras como: apabullar– haciéndonos creer que lo sencillo está encriptado, ver un pensamiento burdo como el cenit del conocimiento. ¡Qué decir de las palabras anchas! Un “sí” o un “no” no bastan. Obligamos a las palabras a danzar en imposibles piruetas de oración en oración. Porque lo sencillo es de una mente pobre e incluso ingenua, ¡cada una de nuestras afirmaciones debe ser un alarde de la amplitud de nuestra visión, vocabulario y conocimiento! De lo anchos que somos por dentro.
¡Ah, pero la profundidad! ¡La profundité! ¿De qué sirve todo el vocabulario, toda la visión, toda la inteligencia y todo el conocimiento del mundo cuando no se ha llegado al corazón del hombre; cuando esto no se ha empleado en formar un camino?
Palabras altas, palabras anchas. ¿Qué tal palabras profundas? Palabras que sean como flechas certeras, que lleguen a la esencia del hombre porque hayan surgido de su esencia. La majestuosidad y la ornamenta dotan a los objetos de un valor agregado, una porción de adicional hermosura. No obstante, son sólo cualidades; son, finalmente, superfluas. Los seres, antes que tener, son. Tienen cierta altura, tienen cierta anchura, son profundidad.
Nuestra esencia está en lo profundo. Y no hablo de una profundidad longitudinal –que es anchura vista desde otro ángulo–, sino de la profundidad del amor, la profundidad de la luz, la profundidad del infinito.
La profundidad del ser humano.
La técnica Imus permitirá a la humanidad, por primera vez en su historia, conocer su profundidad; llegar a su origen. Conocerse.
Esta es la palabra clave: conocimiento. No una embarrada de razón y emoción, no un diccionario o una enciclopedia. Conocimiento. Simple y puro. Conocimiento de la profundidad de las cosas. Conocimiento del ser de las cosas.
En usted está la decisión: conservar su altura y anchura, su amplitud y estatura, su majestuosidad y ornamenta; conservarlos y quedarse estático, como tantos seres vivos en esta tierra, cuya mente y mundo se pierden en dos dimensiones: Pérdida y Ganancia.
O puede tomar la alternativa. Puede elegir Imus. Y avanzar.




[1] En contados casos, se han presentado efectos secundarios menores; dolores de cabeza, mareos, fatiga y pérdida de extremidades.
[2] No compatible con el sistema Blackberry o Android 2.2
[3] Industrias Guadalmedina y sus afiliados: Niehls Bohr, Michaels Farraday y Nikola Tesla no apoyan el engaño ni la ilícita obtención de información privada. El presente ejemplo se presenta tan sólo como una ilustración de la gran variedad de usos de la técnica Imus.

domingo, 20 de marzo de 2011

Romeo y Julieta

Apenas anochecía cuando Romeo arrojó a Julieta por la ventana. Shakespeare, fuera de sí, atravesó sus propias páginas para irrumpir de súbito en los patios montescos. Corrió hacia Julieta, quebrada con una belleza que sólo sus palabras podrían haber encuadrado, y tomó con desesperación sus signos vitales. Dicen que él fue en primero en amarla, lo hacía en secreto, con el amor sagrado y oculto de la tinta sobre papel, amor que Romeo en persona envidiaba. Esto lo dirían también entonces (más aún entonces), viéndolo arrodillado y lanzando súplicas desesperadas mientras las lágrimas emanaban de sus ojos como sangre de arterias reventadas.

Linda escena la que recibió a la policía más tarde: Shakespeare con el corazón atravesado por su propia daga y Julieta poniéndose en pie tras concluír el acto tercero. Los policías no supieron reconocer en el cadáver pálido y frío al genio de cuya pluma habían sido engendrados; lo cubrieron con una manta y se llevaron a rastras a Julieta mientras Romeo embolsaba las ganancias de su brillante puesta en escena.

domingo, 9 de enero de 2011

Possibilities

El extraño atravesó la entrada, pasando de la noche a la media luz de la posada. 
Ella le sonrió, volteó hacia el cantinero y ordenó dos copas de Oporto.
El recién llegado busco un perchero y colgó su abrigo y sombrero, empapados por la caminata a través de los pantanos. Hace un frío maldito afuera, comentó.
El cantinero le señaló las sillas altas frente a la barra, acariciadas por la cálida luz ondulante de la chimenea. Él escogió la más cercana a sí, a un lado de la mujer. Ella, sin mirarlo, le ofreció una de las dos copas y tomó la otra para sí, alzándola en forma de brindis al aire, cerrando los ojos con un gesto despreocupado.
Entonces, se detuvo a medio movimiento. El extraño había alzado su copa también, haciendo que ambas chocaran. ¿Por qué brindamos?, inquirió.
La mujer abrió los ojos, eran como dos almendras brillantes. Y ambas miraban al recién llegado.
-Hace mucho tiempo -dijo ella.
-Hace mucho tiempo -dijo él.
Ambos sonrieron entonces y dieron un trago a sus copas. Él, uno largo; profundo como la noche. Ella, uno pequeño, con cautela; como quien mide las estrellas. Ambos, sin dejar de mirarse. Ambos, sonriendo.
Entonces, ella dejó el oporto en la mesa. Y él lo dejó también. 
Ella le extendió la mano y él la tomó.
Bajaron de sus sillas, subieron las escaleras y cerraron con doble llave la puerta de la habitación.