domingo, 9 de enero de 2011

Possibilities

El extraño atravesó la entrada, pasando de la noche a la media luz de la posada. 
Ella le sonrió, volteó hacia el cantinero y ordenó dos copas de Oporto.
El recién llegado busco un perchero y colgó su abrigo y sombrero, empapados por la caminata a través de los pantanos. Hace un frío maldito afuera, comentó.
El cantinero le señaló las sillas altas frente a la barra, acariciadas por la cálida luz ondulante de la chimenea. Él escogió la más cercana a sí, a un lado de la mujer. Ella, sin mirarlo, le ofreció una de las dos copas y tomó la otra para sí, alzándola en forma de brindis al aire, cerrando los ojos con un gesto despreocupado.
Entonces, se detuvo a medio movimiento. El extraño había alzado su copa también, haciendo que ambas chocaran. ¿Por qué brindamos?, inquirió.
La mujer abrió los ojos, eran como dos almendras brillantes. Y ambas miraban al recién llegado.
-Hace mucho tiempo -dijo ella.
-Hace mucho tiempo -dijo él.
Ambos sonrieron entonces y dieron un trago a sus copas. Él, uno largo; profundo como la noche. Ella, uno pequeño, con cautela; como quien mide las estrellas. Ambos, sin dejar de mirarse. Ambos, sonriendo.
Entonces, ella dejó el oporto en la mesa. Y él lo dejó también. 
Ella le extendió la mano y él la tomó.
Bajaron de sus sillas, subieron las escaleras y cerraron con doble llave la puerta de la habitación.