domingo, 20 de marzo de 2011

Romeo y Julieta

Apenas anochecía cuando Romeo arrojó a Julieta por la ventana. Shakespeare, fuera de sí, atravesó sus propias páginas para irrumpir de súbito en los patios montescos. Corrió hacia Julieta, quebrada con una belleza que sólo sus palabras podrían haber encuadrado, y tomó con desesperación sus signos vitales. Dicen que él fue en primero en amarla, lo hacía en secreto, con el amor sagrado y oculto de la tinta sobre papel, amor que Romeo en persona envidiaba. Esto lo dirían también entonces (más aún entonces), viéndolo arrodillado y lanzando súplicas desesperadas mientras las lágrimas emanaban de sus ojos como sangre de arterias reventadas.

Linda escena la que recibió a la policía más tarde: Shakespeare con el corazón atravesado por su propia daga y Julieta poniéndose en pie tras concluír el acto tercero. Los policías no supieron reconocer en el cadáver pálido y frío al genio de cuya pluma habían sido engendrados; lo cubrieron con una manta y se llevaron a rastras a Julieta mientras Romeo embolsaba las ganancias de su brillante puesta en escena.